Pocas personas podíamos imaginar allá por mediados del mes de marzo del pasado 2.020, que más de dieciocho meses después, seguiríamos luchando contra un rival invisible a simple vista, que consiguió meter en sus casas a todo el planeta, y que cada vez que está cerca de ser derrotado se transforma en un “ente superior” para seguir haciéndonos daño (mutaciones lo llaman) Menuda guerra estábamos empezando y casi ninguno de nosotros lo sabíamos. La primera batalla, el ataque por sorpresa (o no) es lo que tiene, fue sin duda la más desastrosa para nuestro ejército, pues fue la que nos infringió la mayor derrota, contando en cientos de miles las víctimas que fueron incapaces de resistir tan brutal golpe. Faltos de armamento, nos consolaba aplaudir a nuestra primera línea de batalla a ritmo de Resistiré. Pero a pesar de la tristeza y la desmoralización de esas bajas, contábamos con una enorme primera línea de defensa, que mantuvo el golpe y nos hizo ver que a poco que los que andábamos rezagados en el campo de batalla diésemos un paso al frente, conseguiríamos, si no derrotar, por lo menos mermar considerablemente el efecto de sus embestidas. Porque las hubo (cinco creo que van), y presumiblemente las seguirá habiendo. Y dimos ese paso al frente con nuestras caras medio tapadas y a metro y medio de distancia unos de otros.
Pocas eran la armas pero mucho el valor y el arrojo de nuestro ejército. Cada uno ponía lo poco que tenía para intentar levantar el ánimo de la tropa. Y en Mobuartex lo hicimos con color. Llenamos de color algunas calles con nuestro mobiliario urbano artesanal, montando bancos, papeleras, farolas e incluso diseñando rotondas, con el característico colorido que brinda a nuestras obras de arte la técnica Wave Ceramics.
Y llegaron refuerzos. Desde hace más de nueve meses contamos con artillería pesada. Un “armamento” que nos llega de empresas que todos sabemos sus nombres y de las que casi todos nos permitimos la licencia de opinar e incluso de querer elegir.
GRACIAS. Gracias a las vacunas hemos conseguido minimizar el impacto de la Covid-19 y aunque es verdad que por desgracia seguimos contando víctimas casi a diario, poco a poco, paso a paso, vamos recuperando trocitos de nuestra anterior vida y ya podemos caminar casi con total libertad por los parques de nuestros pueblos, sentarnos en sus bancos a conversar (en nuestro modelo Cabeza del Buey estaríamos muy cómodos), disfrutar de sus esculturas en silencio (como la “Noria” de Villanueva de la Serena) o pasear bajo la luz de sus farolas. Hay público en espectáculos, los más jóvenes tienen su ansiado ocio nocturno disponible y cade vez nos cuesta menos retomar, con las medidas de protección oportunas, las tan anheladas relaciones sociales que tanto hemos echado de menos.